Cuando Evrie se duchaba, aún podía sentir el suave aroma a alcohol que emanaba de Farel.

Parecía que el sabor de sus besos aún perduraba en su boca.

Él la había besado con pasión, con fuerza, y por un instante, Evrie casi creyó que estaban de vuelta en aquella humilde sala de un hospital en el Triángulo Norte.

Ella había pensado que regresar a su país sería el comienzo de sus vidas juntos.

No imaginó que sería el final.

Evrie bajó la mirada, ocultando las capas de tristeza en sus ojos.

Al salir del baño y prepararse para lavar la ropa, algo plateado cayó de la capucha de su abrigo.

Se agachó para recogerlo.

Era un pequeño gemelo.

Simple, discreto, pero con una calidad que denotaba valor.

Tenía ese toque de frialdad distintivo de Farel.

Parece que el gemelo de Farel había caído en la capucha de su abrigo y ella lo había traído consigo sin darse cuenta.

Se dice que los gemelos de los ricos son muy caros, cuanto más discretos, más valiosos, enfatizando la sofisticación y el detalle.

Evrie se secó el cabello y, sentada en la cama, sacó su teléfono para tomar una foto y buscar la imagen.

Y ahí estaba.

ese pequeño botón costaba una suma de

sintió un

mundo de los

cantidad en ahorros, ya estaría pensando en un pago

el gemelo con

que viera

cuando Evrie se preparaba para ir al comedor a comer, un compañero la detuvo y señaló hacia la

hay alguien

y no

haces tú aquí? ¿A qué

jeans y botas,

un nuevo peinado, con unos cuantos mechones rizados cayendo sobre

y le hizo un gesto con la barbilla —Vamos, te invito

la cabeza como si fuera

voy, comeré en

comedor? Yo te llevo a un

—No iré.

de reojo. —Sin motivo alguno, ¿por qué debería aceptar tu invitación? Además, no somos tan

Y añadió rápidamente.

Olivia. Estoy en mi empresa, es

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