Amir era el papá de Valerio.

Quizás no era necesario ver a Amir en persona para conseguir su firma.

Valerio la miraba con una expresión que decía que había leído sus pensamientos.

—¿Qué pasa? ¿Quieres que te haga los mandados?— dijo con una sonrisa burlona.

Evrie le sonrió de manera conciliadora. —Así será, te invito a comer y tú me ayudas, ¿va?—

Valerio sonrió con un aire de misterio. —De acuerdo.—

Ese día, Valerio había cambiado de carro; llevaba un enorme y flamante SUV.

Evrie no sabía mucho de carros, solo que subirse a uno implicaba poder moverse.

Intentó abrir la puerta trasera, pero Valerio la detuvo. —¿Por qué vas atrás? ¿Qué soy, tu chofer? ¡Ven, siéntate adelante!—

Evrie… —…—

En ese momento, era ella quien necesitaba un favor, así que tenía que comportarse.

Silenciosamente, tomó los documentos y ocupó el asiento del copiloto.

Valerio puso en marcha el SUV y pronto se detuvo frente a un restaurante con una decoración elegante y un aire de tranquilidad.

Eligieron un lugar junto a la ventana y empezaron a revisar el menú.

la sofisticación

¿Sería muy caro?

los precios de los platos en su teléfono, se

pescado frito

¿Estaban comiendo oro?

la diseñadora

la mano. —Mejor vamos a

una fortuna

sin un centavo

entre divertido y sorprendido. —Ya que invitas, ¿por qué te andas

Con eso no compras ni un helado de

de reojo, su

pasado necesidades,

Valerio… —…—

Se sintió aludido.

pero las palabras

yo no uso el dinero de mi papá,

tono defensivo. —Además, no soy un ‘hijo de político’,

Evrie… —…—

¿Acaso había alguna diferencia?

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