Receta para robarle el corazón al Dr. Farel

Valerio se quedó pasmado.

No podía creer que aquel desgraciado tuviera la situación tan clara.

¿Acaso su actuación con Evrie había sido tan mala?

Luego de un rato, Valerio tartamudeó: —¿Có-Cómo te diste cuenta? —

Farel lo miró de arriba abajo con desprecio.

—Porque ella jamás se fijaría en ti. —

Eso sí que dolía.

Él, un galán de metro ochenta y tres, con dinero, guapo y joven, ¿por qué demonios Evrie no podría fijarse en él?

Valerio bufó: —No me menosprecies, hermano. Lo viejo se va y lo nuevo llega, no creas que ella te va a querer para siempre, ególatra. —

—Oh, así que sabes que ella aún me quiere, ¿y tú qué haces aquí, intentando ser el payaso del circo? — replicó Farel con indiferencia.

Valerio se quedó sin palabras.

En ese momento, al otro lado de la calle, la puerta de un carro se abrió y Olivia, que llevaba esperando un buen rato, comenzó a caminar hacia ellos.

Sin decir más, Valerio metió el gemelo en la mano de Farel.

—Toma, lobazo, — le espetó.

Fue un golpe bajo y directo al corazón.

Con unas pocas palabras, había roto todas las defensas de Valerio.

era falsa, y su ostentación hueca también

Evrie hacia Farel era

la calma y la superioridad de Farel, Valerio parecía un

Estaba furioso.

carro, su guapo rostro todavía estaba inflado

bien? ¿Qué han dicho? ¿Te insultó? — preguntó Evrie acercándose a él.copy right

duelen más que insultos, viejo y tóxico. No sé

carro y salió

hubiera sabido

determinación. —Ese viejo zorro es muy astuto, si hubieras ido tú, seguro que te hubiera engañado y quién

—Mira, que una chica como tú sufra una desilusión amorosa es normal, pero nunca te quedes colgada de un solo árbol, ni comas pasto regurgitado. Todo eso solo afectará tu vida. Tienes que amarte a ti misma, ponerte en primer lugar, enfócate en tu carrera,

—… —

lo escuchaba

me dice estas cosas, gracias, aprendí

detuvo el tema y no

percibió que su humor había cambiado y su expresión

más del tema, ella no

carro se quedó en

ciudad, el vehículo que los seguía desapareció sin que

ya estaba

Evrie le

los documentos firmados, los

respondió con pereza: —Lo sé, no