Blanca se levantó para mirar.

Después de observar por la ventana un buen rato, le dijo: —No hay nada, ya es tarde, no hay carros abajo.—

Evrie ocultó su mirada: —Está bien, ya lo sé.—

Picoteaba la comida en su plato y de reojo observaba la sopa nutritiva al lado.

Todo, excepto esa sopa, había sido preparado por él.

A pesar de estar en la oscuridad, insistía en verla así, desilusionada y triste, sin querer aparecer.

Una vez, y otra, siempre era igual.

En otro garaje abajo, Joan observaba a través del espejo retrovisor a Farel.

—Realmente eres astuto, Blanca justo estaba mirando abajo por la ventana, nadie conoce a la Srta. Evrie como tú.—

Farel esbozó una sonrisa sutil.

—Puedo predecir cada una de sus reacciones.—

—Pero aun así…— ¿Por qué lastimar su corazón?

Las últimas palabras, Joan se contuvo de decirlas.

—Hay demasiado silencio, pongamos música.— Le dijo Farel.

Joan sacó su móvil y conectó el Bluetooth: —¿Qué canción quieres escuchar? Pagaré una suscripción para ti.—

—¿Hay otras canciones en la lista de reproducción de este carro?— Le preguntó Farel.

Joan entendió.

Apagó el móvil y silenciosamente activó la música del carro.

La canción “Eres tú”, que había sido forzado a escuchar innumerables veces, la escuchó una vez más.

de la Familia Rivera tuvo una

todo, era una figura monumental en el mundo de las antigüedades, y

ciudad fueron invitados

fue la excusa perfecta

Farel fue solo.

lujo negro llegó a la

despidió de ella: —Tengo un viaje de negocios inesperado, te lo

la cabeza

estos eventos,

—Entonces te lo agradezco.—

apretó su mano y luego

casa antigua a recoger a

bien, ten cuidado en el

luego, con un rostro

llegado mucha gente

sus respetos y muchos de sus viejos

con trajes de luto blancos, se pararon al lado del velatorio agradeciéndoles a

ojos hinchados, y no podía evitar llorar cada vez que alguien se inclinaba para

y después de presentar sus respetos, le dio

tu padre está bien, yo nunca volveré a ver a

—Bueno, sigue llorando si quieres, yo

tan angustiado que no podía

de la fila de personas, les

siguió el procedimiento y, al final, se detuvo frente a

—Mis condolencias, Srta.

Rivera.—

rojos, el amplio traje de luto la

a sus ojos,

después de escucharlas tanto, empiezan a sonar

Farel era profunda, le echó una mirada: —Ya que no te gusta escuchar eso,

su

y se giró hacia Félix: —Me siento un poco mareada, voy a descansar un

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