El contacto de sus cuerpos hizo que Evrie sintiera un momento de pánico.

Temía que él volviera a perder el control.

—Farel, suéltame...—

Con desesperación, Evrie sentía la mano de él apoyándose cálidamente sobre su piel.

Entre luchas, fue llevada al sofá.

—Ponte cómoda.—

Sus movimientos fluidos corrigieron su postura, y su amplia palma cubría y masajeaba su cintura con una presión precisa y metódica.

Evrie solo sentía un calor en la espalda baja, disminuyendo la sensación de hinchazón, era bastante confortable.

En la cama, él se contenía la mayoría de las veces.

Incluso cuando no podía resistirse, la masajeaba mientras seguían, cuidando de no lastimarla.

No como la noche anterior, cuando se comportó como un animal.

Totalmente fuera de sí.

Mientras la masajeaba, Farel habló en voz baja.

—¿Todavía estás enojada conmigo?—

Evrie, tranquila en el sofá, respondió—¿Cuál de todos los enojos?—

Farel guardó silencio un momento, luego suspiró suavemente.

—Lo siento, no te enojes más, ¿está bien?—

—¿En qué te equivocaste?—

—En todo.—

Evrie—.—

Esa disculpa no se sentía para nada sincera.

cerró la boca, sin ganas de

miraba, a punto de

llamada de

Haro, hemos encontrado a la chica, está en la empresa, ya la

estaré ahí en una hora

el teléfono y su atención volvió a Evrie, continuando

que Evrie no pudo evitar querer

no resistió y se quedó dormida

que el timbre la despertó media hora

a Farel levantarse para abrir la puerta, la figura del repartidor pasó rápidamente y ella vio a Farel entrar con dos

Evrie despierta, él

—Ven a almorzar.—

la mesa, sacando cada contenedor y abriendo las tapas,

levantó y se sentó a la

pasó una cuchara y

para mañana ya

preguntó sin

mí?— Farel levantó

tendió una trampa, te drogaron. La chica que derramó la bebida en tu

su voz grave—Mm, me ocuparé de

produce alucinaciones, mantente alejado de los extraños y

un significado profundo y una sonrisa que

por mí o estás celosa por lo

me preocupa que

ya no la molestó más y

acuerdo, no habrá una

de hablar y se dirigió a la entrada

a aquella chica porque perdió el juicio momentáneamente, toda su

nada entre ellos, ya que confiaba plenamente en la capacidad de Evrie

los celos... no tienen nada que

Son incontrolables.

los zapatos, se enderezó y echó un vistazo a Evrie

—Come bien, me voy.—

y se cerró suavemente tras él, desapareciendo en la

puerta y contempló la mesa llena de comida,

de comida, él nunca

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