Capítulo 1002

En la mansión familiar de los Ortega, una mujer vestida de manera elegante y con aire de distinción se sentaba furiosa en el salón principal, provocando que todos los sirvientes del lugar no se atrevieran ni a respirar profundamente por el miedo.

De repente, como si algo hubiera detonado su furia, agarró la taza que tenía a mano y la estrelló contra el suelo, gritando a todo pulmón:

“¡Zorra! ¡Zorra! ¡Zorra absoluta!”

Los sirvientes, aterrorizados, se arrodillaron en el suelo, temblando de miedo.

La mujer se llamaba Perla, la esposa del segundo hijo de la casa Ortega.

A sus casi cincuenta años, se conservaba extraordinariamente bien, aparentando apenas superar los cuarenta.

Siempre había sido una mujer celosa, y para su desgracia, no era tan bella como Lola Díaz, la madre de Carol, quien se había casado con Joaquín Ortega, jel hombre que ella había amado en secreto durante años!

Lo que más la enfurecía era que, habiéndose casado el mismo día, la suegra no había considerado sus sentimientos en absoluto. El día de la boda, le había entregado a Lola el control de la casa, anunciando su retiro y dejando que Lola tomara las riendas.

Desde el día en que se casó y entró a la familia Ortega, Perla vio a Lola como una espina en su costado.

sana, era

su descontento, así que, aunque la odiaba con todo su ser, tenía que

perdió la cordura, Perla finalmente vio llegar su primavera, sin necesidad de

desquitaba su ira con Lola. Si no fuera por

era que había asistido a una reunión de

con quien siempre había tenido

su esposo, Ramón Ortega, se había enredado

luego, con falsa preocupación, le sugirió

sabía que Ramón Ortega era

amantes, y Ramón no la amaba en absoluto. Se había casado con él mediante artimañas, por lo que era natural

golpearla y maldecirla, así

mujer rica claramente buscaba

dicho que la familia Ortega ahora dependía completamente de Joaquín, insinuando que era el único hombre de verdad en la

eso como

también habían

era la mujer con más clase de Ciudad Pacífico, hermosa y culta, y que incluso en su locura

para morirse

locas! ¡Cómo se atreven a menospreciarme así! ¡Qué clase, qué cultura! ¡La primera dama

no

noche sin parar! ¿Por qué no busca en el infierno? ¡Seguro que su

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