Capítulo 488

Simón vivia en el mismo camino que Ariana, así que primero dejaron a David en el hotel y luego llevaron a Ariana a su casa. En el coche, Simón le preguntó a David: “David, ¿has pensado en comprar un apartamento en San Bernat y luego un coche? Asi te sería más fácil desplazarte.” David, que estaba sentado en la parte trasera del coche descansando con los ojos cerrados, los abrió lentamente al escuchar la pregunta de Simón y respondió: “Mañana tengo un viaje de trabajo. Además, ya te tengo a ti, ¿no?” Con esto quería decir que no lo vela necesario; si regresaba a San Bernat, Simón seguiría siendo su chofer sin coste alguno. Simón estaba pensando en insistirle a David que al menos comprara un coche para liberarse él mismo de esa responsabilidad, pero al recordar que el dinero que David ganaba también le reportaba beneficios a fin de año, de repente dejó de hablar. Después de todo, David no pasaba mucho tiempo en San Bemat, así que Simón decidió seguir siendo su chofer sin coste. Mejor eso que estar viajando constantemente al Medio Oriente por trabajo. Pensándolo bien, David realmente parecía algo digno de lástima. Después de dejar a David, condujeron unos diez minutos más hasta llegar al edificio de apartamentos de Ariana. Simón ayudó a sacar la maleta del maletero y rápidamente dijo: “Ari, me voy, tengo gente esperando para jugar en línea esta noche. Sube tú sola, ¿vale?” El edificio de Ariana tenía buena seguridad y los extraños no podían entrar, además era de dia, así que Simón la dejó en la entrada y se fue tranquilo.

Ariana no pudo evitar sonreír al ver la prisa de Simón. “Está bien, Simón, vete tranquilo, puedo subir sola sin problema.” Simón, con un gesto elegante, abrió la puerta de su todoterreno, subió y dijo: “Adiós- Otro dia te invito a comer.” Luego aceleró y el coche se alejó rápidamente.

Mientras Ariana empujaba su maleta hacia la entrada, vio a una figura familiar agachada al lado de la caseta de seguridad. Parecía un niño sin hogar, desamparado y triste.

de

maleta hasta parar frente a él y lo miró desde arriba. Roberto, sintiendo la sombra sobre él, levantó la vista lentamente y al ver

estaba alli, murmuró: “¿Qué

estaba esperando, hermana mayor,” respondió Roberto como si fuera lo más natural

continuó, aún sin

bolso y al ver quién llamaba, exclamó sorprendida:

alegría, le dijo: “Ari, ¿recuerdas cuando eras pequeña y te llevé a casa de tu abuela durante las vacaciones de verano? La vecina de tu abuela, la abuela Natalia, tenía

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