Mientras tanto, Astrid siguió a Heliodoro hasta un hotel de Ciudad de Jade. La habitación estaba decorada de forma romántica, y cuando Astrid lo vio, se giró y le habló apáticamente a Heliodoro.

—Heliodoro Delgado, no creo que éste sea un lugar apropiado para que hablemos.

A pesar de su comentario, Astrid en realidad no tenía la guardia alta, pues sabía que, dadas las capacidades de Heliodoro, podría inmovilizarlo con facilidad. Como ese era el caso, no le preocupaba en absoluto que pudiera hacerle algo.

—¿Qué tiene de impropio este lugar, Señorita Gabaldón? Siempre ha sido la chica que yo quiero. Hoy la he traído aquí para confesarle mi amor.

Mientras hablaba, Heliodoro sacó un ramo de flores y se arrodilló ante Astrid.

La cara de Astrid se congeló al ver aquello.

—Deberías rendirte. No me gustas ni un poco —respondió de manera despectiva.

Cuando hubo sido clara, se dio la vuelta para marcharse. No se le ocurrió que Heliodoro la engañaría en aquel lugar para profesarle sus sentimientos.

Aunque Astrid estaba furiosa, no arremetió contra Heliodoro.

Para ella, el mundo de las artes marciales en Ciudad de Jade estaba sufriendo un cambio tectónico, y la familia Gabaldón no podía seguir manteniéndose al margen de toda la política. No era el momento de que Astrid se enemistara con la familia Delgado.

Sin embargo, justo cuando se marchaba, Heliodoro se acercó a ella y la agarró por la muñeca.

está aquí, ¿por qué no hablamos las cosas, señorita Gabaldón? —insistió Heliodoro

Astrid frunció el ceño.

—Suéltame.

la mano y lanzó un puñetazo a medias

si ella le hubiera pegado con toda su fuerza. Sin embargo, en lugar de esquivar, Heliodoro atrapó su puño con la

de Heliodoro, y una sensación de mareo

a la mujer inconsciente. La llevó hasta la

oscura envolvió a Heliodoro cuando vio el cuerpo de Astrid. Entonces, su rostro empezó a cambiar y se

eso fue capaz de contrarrestar el ataque de Astrid con tanta

Ahí va una joven tan buena como tú. Te habría destrozado si

Heliodoro se ocercó o ello y lo

oquí, ¿por qué no hoblomos los cosos,

Astrid frunció el ceño.

—Suéltome.

levontó lo mono y lonzó un puñetozo o medios ol

su fuerzo. Sin emborgo, en lugor de esquivor, Heliodoro otropó su puño con lo mono, hociendo imposible que

olrededor de Heliodoro, y uno sensoción de moreo se opoderó de

Lo

nieblo oscuro envolvió o Heliodoro cuondo vio el cuerpo de Astrid. Entonces, su rostro empezó o combior y se tronsformó en el de

Por eso fue copoz de controrrestor el otoque de Astrid con

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