Capítulo 22

Mikhail miró a su esposa roncar y pensó que quizás debió de haber esperado al día siguiente para hacer el viaje de luna de miel. Había estado loco por hacerle el amor en el aire y no pensó que ella estaría agotada y se dormiría inmediatamente después. Quizás el error estaba en el destino escogido: Grecia porque el vuelo era lo bastante corto por lo que no le dio a ella mucho tiempo para dormir, Acababan de aterrizar en Atenas y él debía despertarla. 

Jelena protestó y se arrebujó más en la manta que la cubría. Mikhail sonrió y continuo en sus intentos de despertarla, la joven pensó que la estaban torturando, no podía abrir sus ojos, sentía que tenía un camión de arena en cada uno. Con un gruñido se dejó vestir por su marido y a ciegas lo siguió tomada de su mano. Al pasar por inmigración Jelena casi no se mantenía en pie, los parpados le pesaban, literalmente se estaba durmiendo mientras andaba, por lo que Mikhail la sostenía contra su cuerpo. El oficial que los atendió frunció el ceño con sospecha y pidió que lo acompañaran a una habitación donde les ofreció asiento. 

-¿Se encuentra bien, señorita? -preguntó el oficial en inglés, sentándose en una silla que colocó delante de ella. 

-Señora, nos acabamos de casar -interrumpió Mikhail -Por favor guarde silencio o tendrá que abandonar la habitación, necesito asegurarme de que la señora esté bien. –Jelena sonrió al escuchar al oficial regañar a su esposo, además le enterneció su preocupación. «Debería haber más personas así, el mundo sería un lugar más seguro», pensó. 

-Sí, señor oficial, nos acabamos de casar, casi no he dormido por los nervios de la boda, y la fiesta y el viaje me agotaron, solo es eso, pero agradezco mucho su preocupación e interés. Perdón -se disculpó la joven perdiendo la contienda que mantenía contra los bostezos. 

-Anoche dormí poco y estoy levantada desde el amanecer ¿Quiere ver las fotos de la boda en mi móvil? -preguntó la joven esposa. 

-No se preocupe, señora, confío en su palabra, pero tenía que asegurarme de que usted no corría peligro –explicó levantándose y caminando hacia el escritorio donde selló sus pasaportes-. Que disfrute de su estancia en nuestro país. 

-Gracias, oficial. Antes de acompañarlos a la salida, el buen hombre le tendió la mano a Mikhail y se disculpó por los inconvenientes. 

a su destino -vaticinó el oficial con una sonrisa. -La dejaré dormir todo el camino -aseguró Mikhail antes de tomarla en brazos.

helicóptero y la experiencia fue, además de excitante, maravillosa. Atenas desde el aire era una belleza, a lo lejos se divisaba la Acrópolis con el Partenón totalmente iluminado; en la madrugada, las luces resaltaban los monumentos y edificios dándole un brillo cautivador. Se prometió que volvería en

Santorini. Por los audífonos escuchó al piloto informar que estaban llegando al final de su recorrido, entusiasmada, se volvió a mirar a Mikhail y descubrió que este no miraba el panorama, que gracias a la luz de la luna llena estaba bastante iluminado. Sus ojos estaban puestos en ella a pesar de la penumbra, el rubor subió a sus mejillas al recordar su descaro en el avión. ¿Qué estaría él pensando cuando la miraba con tanta intensidad? De muchas

esperaba visitar al día siguiente. La casa estaba a orillas de la playa. Una villa clásica, inmaculadamente blanca, con grandes columnas y ventanales

solo son tres días y podremos arreglárnoslas

soy muy dada a tener personal a mi alrededor.

Mikhail mientras colocaba las maletas dentro de la casa, muy cerca de la

las risas y

-pidió la joven esposa. Mikhail se volvió con ella

su hermosa carga, ahora el reto era abrir la puerta y llegar hasta la cama. -Puedes bajarme -solicitó ella ante el evidente problema. -No, quiero llevarte en brazos hasta la cama, así que ábrela tú por mí. –

arrojó en la cama y se desplomó a su lado. Jelena sonrió. -Mikhail, cariño… -¿Um? -respondió este con la respiración entrecortada. -Cierra la puerta -pidió de nuevo la joven. Era de una de sus manías o TOC[1] según sus médicos, sin embargo, Jelena creía que era una costumbre heredada de su madre,

estoy muerto, pesas una tonelada -dijo con la cara medio enterrada en la almohada. -¡No es cierto! ¡Ya no estoy

apetecible! Pero la distancia de la entrada hasta aquí es muy larga – respondió levantando la cabeza con

subiéndome en brazos por las escaleras. –La risa de Jelena le dijo que todo estaba bien-. Mikhail, cierra la puerta, por favor – repitió

no hay nadie y estoy muerto. -No me gustan las puertas abiertas -dijo haciendo morritos. -Está bien, pero que conste que

Eres mi

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