La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA By Day Torres CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 3. El que se trague el cuento, pierde

de los correos. Miró a la chica que estaba acomodando cajones por todos lados y sonrió. —Zapatos rojos, tú debes ser Amelie, la chica del correo —el hombre alargó la mano y Amelie se la estrechó—. Yo soy Paul Anders. —¿Qué puedo hacer por usted, señor Anders, en los minutos que me quedan aquí? —preguntó ella con un suspiro. —Pues para empezar, recuperar tu puesto —dijo Paul con una sonrisa—. ¿Necesitas mucho el trabajo, verdad? —Amelie asintió—. Entonces ve a hablar con el Presidente King, sé que parece un ogro, pero en el fondo tiene buen corazón, y sobre todo le gusta que lo adulen. Amelie se cruzó de brazos. —¡Pues jodidos vamos porque yo no soy buena para eso! —declaró y Paul le abrió los ojos, aguantándose la risa—. ¡Ay, perdón! —Tú imagínatelo como una obra de teatro, no puede ser la primera vez que le mientas a alguien —Paul se encogió de hombros—. Hazle la pelota, arrodíllate a sus pies, incomódalo hasta que se apiade de ti. Él se hará el ofendido y tú la víctima indefensa. ¡El que primero se trague el cuento, pierde! Amelie lo miró con ojos brillantes y sonrió. —Usted tiene una mente muy macabra… ¡me gusta como piensa! Pero no será tan fácil que CEO me reciba. —No te preocupes por eso, a las doce del mediodía me desharé de su asistente! —dijo Paul—. Te conseguiré diez minutos, procura aprovecharlos. Amelie apretó los labios y suspiró con determinación. —¡Por supuesto que sí, gracias señor Anders! Si había que hacer todo un espectáculo para poder conservar aquel trabajo entonces lo haría. Al final aquel hombre tenía razón, no sería la primera vez que tendría que ofrecer disculpas inmerecidas, sobre todo cuando era más pequeña y la caprichosa de Stephanie le hacía la vida imposible. “Bueno, Meli, también le pusiste tacones al hombre… ¡eso te pasa por impulsiva y por bocona!”, se regañó. Pero finalmente estaba decidida a conservar aquel trabajo, así que en cuanto dieron las doce, se apostó en una esquina y vio cómo el señor Anders se llevaba a la secretaria del CEO. Enseguida corrió hacia su puerta y entró sin pedir permiso, pero estaba a punto de disculparse cuando se dio cuenta de que no había nadie. —¿Señor King…? ¿Señor King? —llamó abriendo otra de las puertas y gritó girándose bruscamente. —¡Maldición! —gritó Nathan terminando de cerrarse la bragueta—. ¿¡Qué haces en mi put0 baño!? —¿Preferiría que lo persiguiera en el baño de alguien más? —preguntó Amelie con tanta inocencia que Nathan no se lo podía creer. —¡Preferiría que no me persiguieras en absoluto! ¿Qué demonios haces aquí? ¿Cómo entraste? ¿Qué quieres?

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