El carro se detuvo lentamente al pie del edificio residencial.

Joan apagó el motor y con cuidado recordó a su pasajera.

—Señorita Evrie, hemos llegado.—

Evrie volvió en sí, agradeció con cortesía y empujó la puerta para bajar del carro.

Con pasos rápidos, desapareció en el edificio en segundos.

Farel bajó la ventana y, mirando hacia el cielo nocturno, sacó un cigarrillo y lo encendió.

Al verlo, Joan le advirtió: —Señor Haro, su herida todavía no ha sanado, no debería fumar…—

Farel sostuvo el cigarrillo entre sus dedos, sonriendo con sarcasmo.

—Hay tantas cosas en este mundo que no se pueden hacer, ¿debo acatarlas todas?—

Como el matrimonio.

Como a quién tomar por esposa.

Joan se atascó, sin saber qué decir.

No mucho después, una ventana del edificio se iluminó.

Farel entrecerró los ojos, observando aquella luz a lo lejos, y exhaló el humo que difuminaba su silueta.

En silencio, Joan no se atrevió a moverse.

El Range Rover permanecía quieto y silencioso en la oscuridad, como si el tiempo se hubiera detenido.

No se sabía cuánto tiempo había pasado.

Los restos de cigarrillos en el carro eran casi incontables.

Fue solo cuando la luz de la habitación de Evrie se apagó que Farel retiró la mirada y apagó el último cigarrillo.

—Vamos a regresar. —dijo.

—¿A dónde?—

—Al Barrio El Magnético.—

y se alejaron de

lejos, apenas a dos

diez minutos, Joan maniobró el carro hacia el

vehículo se detuvo bruscamente con

Joan exclamó por reflejo.

—¿Qué sucede?— preguntó Farel.

que lo golpeamos, está tirado ahí sin

oír esto, Farel

había un pequeño gato cerca del carro, del tamaño de una palma,

Se miraron fijamente.

—¡Jaaa!—

mostró sus dientes

feroz advertencia y al examinarlo vio que su cuello estaba atrapado con un alambre, todo

claramente un acto de crueldad

puso de pie y ordenó:

Joan estaba confundido.

—¿Necesito repetirlo?—

—No, no es necesario.—

se rascó la

él quien tenía manía a la

le gustaron

llevar

uno tan

se dirigió

Joan aparcó y regresó.

agarró al gato por el pellejo

a Farel al

arriba, Joan soltó

su jefe, no le

Farel buscó un plato y vertió un poco

mirando

—¡Jaa!—

Farel…

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