Desde fuera de la ventana, Giselle observaba a través del cristal roto cómo Margarita perdía la conciencia.

Hasta que quedaba completamente inmóvil.

—Señorita Rivera, ella ya se ha dormido y no la molestará más—, le dijo una enfermera respetuosamente detrás de ella.

Giselle asintió levemente. —Con estos desórdenes emocionales incontrolables, por supuesto, es mejor que duerma profundamente. Gracias por su trabajo, y no duden en usar la terapia electroconvulsiva si es necesario—.

—¿Y qué hay de lo que nos dijo el subdirector Norman…? — le preguntó la enfermera con cautela.

—No se preocupe, me encargaré yo misma de hablar con él—.

—Entendido—, le respondió la enfermera con comprensión, y luego cerró con llave la puerta del cuarto.

Giselle lanzó una mirada significativa hacia dentro de la habitación, esbozó una sonrisa y se marchó.

—Señorita Rivera, se le ha caído algo—, la llamó la enfermera desde atrás.

Giselle se detuvo, y la enfermera le entregó una pequeña fotografía.

Era una foto del tamaño de la palma de una mano, en ella aparecía una niña con un vestido rosa, al lado de un joven de aproximadamente trece años.

El joven vestía una camisa blanca, aunque estaba desprolijamente puesta, y a pesar de tener un rostro distinguido y suave, sus ojos estaban cubiertos por una sombra de melancolía.

Era una presencia bastante extraña.

Giselle tomó la foto, cuidadosamente le limpió el polvo y la guardó en su bolsillo.

Al salir del hospital psiquiátrico, subió a un auto negro que rápidamente desapareció de la entrada.

No muy lejos, en un discreto Volkswagen, Joan se recostaba en el asiento del conductor y llamaba a Farel.copy right hot novel pub

se quedó dentro por mucho tiempo. Como usted sospechaba, definitivamente hay algo

siguiéndolas, trata

identidad de Giselle seguía siendo

incluso

ella estaba

de forma muy limpia y era difícil de

Joan preocupado, —Giselle actúa de manera muy extraña, ¿no

cerca, no la dejes acercarse a la Plaza de

respondió:

de arrancar el coche cuando

mirada y reconoció la cara de

de su jefe,

caminos unas pocas veces y no eran

Haro, nos encontramos de nuevo, ¿me recuerda? —,

quedó en

motor: —No puedo, no tengo

si ya todos están saliendo del trabajo, ¿cómo que no tienen tiempo?

contestó cortésmente: —Mi esposa está en

esto, giró el

coche se alejó hábilmente de Abena y

Dejándola parada allí, atónita.

—…—

distante con

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