Las hojas de los árboles susurraban afuera.

Las cortinas flotaban suavemente.

La respiración en la cama era contenida y restringida.

Incluso el sonido del viento llevaba un ritmo eterno.

Al día siguiente, Evrie despertó con la luz del amanecer.

Todo su cuerpo estaba adolorido, la cabeza le latía y la garganta estaba tan seca como si estuviera en llamas.

—¿Despertaste? ¿Quieres agua? —

de hombre, baja y ligeramente ronca,

la mirada, encontrándose con

su cabeza

cuerpo

—Tú, tú, tú…—

hace tiempo que no nos veíamos.

ella, su

en mi

y te traje

sentó en la cama, alcanzó un vaso de agua de

toda

en su pecho, las marcas de

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