Capítulo 95

Cira sabía que su relación con Morgan probablemente no terminaría de manera amistosa, pero de ninguna manera esperaba que las cosas llegaran a tal punto. Él, al final, la había entregado a alguien más como una moneda de cambio; de un modo u otro, o en las circunstancias que fueran, simplemente lo hizo.

La espada de Damocles que había estado pendiendo sobre Cira finalmente cayó. Y eso era mejor.

Era una persona que valoraba profundamente el afecto, y Morgan había destruido su relación con sus propias manos.

Cira dejó la horquilla en la mesita de noche.

Era demasiado valiosa, y ella tenía que devolvérselo mañana para evitar que él encontrara otra excusa para hacerla difícil.

Cira obligó a su dolorido cuerpo a incorporarse, encendió la lámpara de la mesita de noche, arregló el abrigo de Marcelo, lo dobló cuidadosamente y lo dejó en el sofá.

Luego, volvió a la cama, se tapó con las sábanas y se acurrucó bajo ellas.

Estaba realmente exhausta, tanto física como mentalmente, por lo que se quedó dormida rápidamente.

Pero su sueño no era profundo.

No sólo por la turbulencia emocional, sino también por su estado físico.

De lo contrario, no habría vomitado encima de Marcelo.

Aunque en el salón había tomado medicamentos para el resfriado que le entregó el camarero, todavía se sentía mareada y hasta su visión empezaba a volverse borrosa, lo que la llevó a subir por error al piso equivocado y terminar en la habitación de Marcelo.

este último descubrió que tenía fiebre, le dio medicina para bajarla. Podría ser errática la combinación de ambos medicamentos, que provocó que su estómago se

accidentalmente ensució

decir lo admirable que era la educación

+15 BONUS

bote de basura a pie de Cira y suavemente le dio palmaditas en la

Cira apenas había comido esa noche,

vez.

expulsó la pastilla que empezó a

más

y se disculpó apresuradamente: -L–lo siento, señor Sánchez. No me di

un vaso de agua tibia y la consoló: -Está bien. Estás enferma, así que no es tu culpa. Ven, enjuagate la

el ceño con

de darle una servilleta, Marcelo llamó al médico del barco para que fuera. Luego, tomó una fregona y

sentía tanto avergonzada como culpable, murmurando: -Lo siento, no sé

¿por qué te preocupas por eso? Sólo siéntate bien, no te caigas. Sólo le dije al médico que tienes fiebre, no

eso.

para hacer nada, y sólo le agradeció y se disculpó una vez

si nada: -Si realmente te sientes mal

haciendo referencia a lo que había sucedido cuando se

se

más medicamentos y le

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